sábado, 11 de julio de 2015

Neoclasicismo

El Neoclasicismo aparece a finales del siglo XVIII, reemplazando el estilo Rococó y abarcando hasta 1830. Aparece como un estilo ordenado y serio, que se desarrolló en el norte de Europa.
El término Neoclasicismo  proviene del griego neos, el latín classicus y el sufijo griego ismos, traduciéndose como el  “nuevo clásico”. 
Expresa una reacción de la burguesía contra el rococó: la virtud contra la decadencia,  buscando simplificar el diseño (volver al estilo “universal” sin estar condicionados por la moda, dejando la antigüedad como la época ideal). También fue conocido como el “Siglo de las Luces” o de la Ilustración porque se intenta acabar con el oscurantismo, las creencias que no tienen una base racional o lógica y con algunos privilegios políticos y religiosos (se critica el poder de la iglesia y defienden el deísmo, que es creer en Dios pero sin todos los principios que la iglesia imponía).


Es un estilo que adopta y utiliza las formas clásicas de la Antigua Grecia y la Antigua Roma, reproduce la arquitectura y restaura los gustos por lo clásico (apreciaban la armonía y la perfección).
Para lograr esto, artistas, viajeros y gente rica desarrollaban expediciones, así conocían las obras antiguas, el lugar de origen… aprendían sobre la cultura y retomaban los elementos que más les gustaban.


Las obras arquitectónicas eran de carácter monumental, buscaban mejorar la calidad de vida realizando bibliotecas, parques, teatros, museos y  hospitales (en la cultura y la sociedad se preocupaban los unos por los otros, desarrollando el amor hacia el prójimo).


La Revolución francesa y la Revolución industrial tuvieron una gran influencia para el nacimiento del neoclasicismo. Los artista buscaban nuevas formas de expresarse. Recordemos  que el barroco buscaba mostrar el poder y el rococó era superficial.  Por lo tanto este movimiento rechazaba la frialdad del rococó y el ilusionismo del Barroco.


El mobiliario tampoco se quedaba atrás. Mantenía una influencia grecorromana: eran simples y geométricos.
Se adornaban con medallones, dentículos, incrustaciones, molduras corintias, jónicas o dóricas; seguían utilizando maderas como la caoba y el ébano. 






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